Esto somos tu, yo, y Juan Valdés, que vamos a tomarnos un cafeses de puta madre ni más ni menos que a "El mejor café del mundo", el local más rematadamente cursi de degustación de cafés de la ciudad.
El caso es que, tú sabes, te clavan una pasta por cada tacita, pero todo sea por darle gusto al puto ego. 10 pavos cada uno.
Bien, pues al llegar, como soy cafeinómano y ya llevo cuatro pal coleto con carácter previo, dejo mis 10 leuros sobre el mostrador y me voy directo a cambiarle el agua al canario, mientras Juan y tú os enfrentas a pedir las tres consumiciones, pagando también cada uno de vosotros dos, vuestros respectivos 10 eurazos.
Tras resoplar en un agradable temblorcillo y subirme la bragueta, regreso a vuestro lado y, miratú qué sorpresa, que el camarero es Bernardo, mi primo, que al verme, me saluda con efusiva cordialidad y to generoso, nos descuenta cinco pavos del total de la cuenta.
Bueno, pillo las cinco monedas y te doy una a ti, otra a Juan, y las otras dos, como no tengo unas tenazas, las meto en el bote del local, regresando así el guiño al Bernardo.
Total, que salimos del locar criticando el caro potingue que nos han puesto y de pronto, dice Juan Valdez:
-a ver, tios: tú (refiriéndose a mi), has puesto 9 pavos, igual que nosotros dos. Y dos euros en el bote.