Solo que la libertad de expresión no significa que yo pueda meterme en las casas de los demás a gritar mis paranoias. Si lo hago lo más probable es que me echen, y si no cejo en mi empeño que sea denunciado, me detengan, me enjuicien, me condenen y acabe en la cárcel o en una institución psiquiátrica, todo por no haber sabido cuándo parar y sin que haya sido vulnerado mi derecho a la libertad de expresión.